Colombia: Un triunfo histórico
Articulo publicado en el suplemento exteriores de Libertad Digital :
Ha sido, sin duda, una operación de inteligencia militar histórica. El rescate de Ingrid Betancourt, los tres contratistas americanos y los policías y soldados colombianos ha llenado de júbilo a los amantes de la libertad en todo el mundo. Para otros, sin embargo, ha sido un trago amargo y un duro golpe político.
Es importante recordar que poderosas fuerzas izquierdistas del mundo entero han manifestado siempre una extraña y aparentemente inexplicable hostilidad contra Uribe y su Gobierno. ¿Por qué, si Uribe está consiguiendo derrotar a las FARC? Precisamente por eso. Han venido simpatizando con las FARC, pero, dado lo difícil de defender a una organización de terroristas y narcotraficantes, lo han venido manifestando con una peregrina hostilidad hacia Uribe. Sólo Chávez se atrevió a defender a las FARC públicamente y a decir que no eran una organización terrorista, sino una insurgencia nacional legítima. No estaba solo: fue simplemente el torpe vocero de una posición extrañamente popular.
¿Cómo es posible simpatizar con las FARC y mirar con resentimiento a Uribe? La respuesta la tenemos en la actitud de Fidel Castro.
Para Castro y los comunistas en general, el enemigo no son las FARC ni ninguna otra organización revolucionaria, sino la sociedad de libre mercado y sus instituciones democráticas. He aquí el enemigo que hay que derrotar y destruir, porque es la sociedad que genera la desigualdad, la pobreza y todos los males sociales que acompañan a éstas. Era lo que pensaba Carlos Marx en el siglo XIX. A partir de esas premisas se elaboró la teoría del imperialismo, según la cual las inversiones de capital extranjero en un país pobre y sin capital propio no ayudaban al desarrollo del mismo, sino que lo convertían en una semicolonia. El enemigo eran las grandes economías industrializadas.
Éstas son explicaciones seductoras, y han conseguido penetrar profundamente en los medios culturales del mundo entero. Su indiscutible atractivo intelectual se ve enormemente reforzado por la envidia. Que los ricos y los poderosos no sean los creadores de la riqueza, sino de la pobreza, es una racionalización del resentimiento. Es curioso que tanta gente crea que la riqueza es un estado natural. Es absurdo. Alcanzar la riqueza es una tarea extraordinariamente difícil. Los recursos naturales son sólo uno, y ni siquiera el más importante, de sus elementos.
La historia ha demostrado la falsedad de la concepción marxista. El capitalismo ha sido la mayor fuerza progresista de la historia. Ha sido el generador de la revolución industrial, y el propulsor de la gran revolución científico-técnica. China y la India están saliendo por primera vez de la miseria precisamente gracias a sus reformas capitalistas. Un tipo de capitalismo deformado, como el que predomina en América Latina, es lo que ha frenado el desarrollo de nuestro continente. Pero hay muchos que no tienen interés en rectificar esas deformaciones, sino que pretenden, con el pretexto de una revolución social, barrer con todas las instituciones ''burguesas'' que limitan el poder de los gobernantes y apoderarse de todo un país como si fuera un botín de guerra. Es lo que ha hecho Fidel Castro con Cuba, sentando un precedente que ilusiona y fascina a muchos ambiciosos sin escrúpulos.
Paradójicamente, el principal atractivo de las ideas revolucionarias es su carácter reaccionario. Querer apoyarse en el poder del Estado es tan viejo como los faraones y las monarquías absolutas. Los pueblos han vivido bajo ese sistema durante milenios. Por eso no es extraño que mucha gente se sienta insoportablemente presionada por las tensiones de la competencia capitalista y añore un sistema donde sea el Estado el que asuma todas las responsabilidades.
Para Castro, el exitoso combate de Uribe y del heroico ejército colombiano contra las FARC, firmemente apoyado por Estados Unidos, representa la encarnación de todos sus terrores. Es la frustración del proyecto bolivariano de Chávez, obtuso heredero del sueño de la revolución continental.
Uribe se había convertido en el principal aliado de Estados Unidos en América del Sur. Era lógico que se convirtiera en el principal enemigo de la izquierda, y que se le haya querido demonizar. Se le llegó a acusar de no querer la libertad de Ingrid Bentacourt, y se le sometió a una enorme presión internacional para obligarlo a ceder ante las demandas de las FARC, sobre todo la relacionada con el despeje de parte del territorio colombiano. Todo en vano. Uribe no cedió, y ahora, finalmente, ha conseguido una victoria demoledora. Un trago amargo para Chávez y sus lacayos: Evo, Correa y Daniel Ortega.
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